el regreso del hombre de acero
Cuando todavía estamos asimilando la salida de Raf Simons de Dior, llega una de esas breaking news que te deja helado: Alber Elbaz podría abandonar Lanvin.
Después de catorce años al servicio de la casa francesa, el carismático creativo de origen israelí parece haber sentido la llamada del cambio.
En su última aparición pública había criticado duramente el funcionamiento de la industria, algo que se suma a sus desencuentros con la directiva de la casa de la inolvidable Jeanne Lanvin (1867-1946), su propietaria, Shaw-Lan Wang y la CEO, Michèle Huiban.
"En mi generación comenzamos siendo couturiers… con sueños, sentimientos y aspiraciones. Nuestras preocupaciones giraban en torno a satisfacer las necesidades de las mujeres", confesaba Alber Elbaz la semana pasada mientras recogía el premio Superstar, concedido por el Fashion Group International.
"Pero de repente nos convertimos en directores creativos que, más que crear, teníamos que dirigir. Y ahora tenemos que ser creadores de imágenes, asegurándonos siempre de salir bien en la foto. Las pantallas tienen que gritar, esa es la regla. ‘Gritar’ es la nueva norma. Lo más cool del momento… aunque yo prefiero los susurros; creo que llegan más hondo y perduran más", continuaba el hasta ahora director creativo de Lanvin.
Mostraba así su descontento con una industria que cada vez gira más deprisa, a expensas de la creatividad y de los nervios de los diseñadores, generalmente los más sensibles y débiles de la cadena (como también apuntaba esta semana Suzy Menkes).
Después de catorce años al servicio de la casa francesa, el carismático creativo de origen israelí parece haber sentido la llamada del cambio.
En su última aparición pública había criticado duramente el funcionamiento de la industria, algo que se suma a sus desencuentros con la directiva de la casa de la inolvidable Jeanne Lanvin (1867-1946), su propietaria, Shaw-Lan Wang y la CEO, Michèle Huiban.
"En mi generación comenzamos siendo couturiers… con sueños, sentimientos y aspiraciones. Nuestras preocupaciones giraban en torno a satisfacer las necesidades de las mujeres", confesaba Alber Elbaz la semana pasada mientras recogía el premio Superstar, concedido por el Fashion Group International.
"Pero de repente nos convertimos en directores creativos que, más que crear, teníamos que dirigir. Y ahora tenemos que ser creadores de imágenes, asegurándonos siempre de salir bien en la foto. Las pantallas tienen que gritar, esa es la regla. ‘Gritar’ es la nueva norma. Lo más cool del momento… aunque yo prefiero los susurros; creo que llegan más hondo y perduran más", continuaba el hasta ahora director creativo de Lanvin.
Mostraba así su descontento con una industria que cada vez gira más deprisa, a expensas de la creatividad y de los nervios de los diseñadores, generalmente los más sensibles y débiles de la cadena (como también apuntaba esta semana Suzy Menkes).
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